Comentario
Nunca llegará en otras obras a mostrarse el helenismo de forma tan cruda: en el mejor de los casos, hallamos esculturas de caliza local que representan cabezas y torsos de damas -el desprecio etrusco por el cuerpo permite no representarlo entero-, además de alguna esfinge, y en estas figuras se heleniza levemente el lenguaje orientalizante de las primeras tallas etruscas, pero el resultado es lineal y plano. En otros casos, por el contrario, lo griego llega a brillar por su ausencia: es lo que se aprecia sobre todo en las llamadas urnas canopos.
Estas urnas constituyen la lógica evolución, esbozada desde mediados del siglo VII a. C., de la urna bitroncocónica villanoviana. La vasija se convierte en una ánfora redondeada, y el casco que primitivamente la tapaba, y que de algún modo representaba al guerrero muerto, pasa a ser sustituido por una cabeza de barro. Mucho se ha discutido si este gesto supone el primer paso hacia los retratos funerarios etruscos y romanos. Es posible que así sea: al fin y al cabo, a la vasija así compuesta se le añaden a veces, para mayor verosimilitud, unos brazos en relieve, y se la coloca sobre una silla, lo cual sugiere el deseo de recuperar plásticamente la identidad del difunto, eliminada por la cremación. Pero también es verdad, y no puede negarse, que, a fines del siglo VII y durante el VI, esas cabezas carecen de cualquier planteamiento retratístico: como a veces se ha señalado, sus facciones hieráticas y bárbaras, fruto de una evolución eminentemente local, representan siempre personajes jóvenes, como si se pensase en un más allá rejuvenecedor, y resultan totalmente convencionales.
Estas impresionantes imágenes, que casi nos evocan, pese a la lejanía de los siglos, las doradas máscaras micénicas, suponen un logro autóctono aislado. Por eso entristece verlas decaer y desaparecer a mediados del siglo VI a. C.: por entonces, en efecto, aumentó el uso de la inhumación en Chiusi -siguiendo lo que era ya tradición en todo el sur de Etruria-, y esto supuso la drástica reducción de la demanda. Quienes, en la ciudad y su entorno, se siguieron incinerando, prefirieron hacer uso de otro tipo de urnas, en piedra, totalmente antropomorfas y de carácter más helenizado.